Robbie Williams: “El éxtasis era muy, muy divertido… y deprimente”

Acá les dejo esta entrevista realizada a Robbie por HoyMujer.com en donde Robbie habla de muchas cosas, pero sobre todo de su vida junto a Ayda. ¡Que la disfruten!

Robbie Williams disfruta de su reciente paternidad mientras intenta deshacerse de todos los demonios que atormentaron a un niño malo que tuvo que pasar por rehabilitación. Hablamos con el nuevo Robbie, el que quiere darle la mejor educación a su hija, Teddy.

Dos semanas antes de que naciera su hija, Robbie Williams recorría a zancadas la suite del Hotel Langham mientras hablaba del futuro cercano. Theodora era uno de sus nombres favoritos, aunque lo mantuvo en estricto secreto hasta que nació la niña. Pretende llevarla a una escuela pija. Quizás al Marlborough College, el célebre colegio privado que se encuentra a la vuelta de la esquina de su nueva casa, en Wiltshire, en el sudoeste de Inglaterra. “Creo que los niños ricos son listos, traviesos y tienen ideas originales. No conozco a muchos niños ricos que no sean educados”.

Síndrome de ‘tío Gilito’

Él y su mujer, la actriz Ayda Field, se han mudado a Inglaterra desde Los Ángeles para darle a su hija Teodora una buena educación inglesa. Él, desde luego, se lo puede permitir. A sus 38 años ha vendido más de 70 millones de discos y posee una fortuna de 100 millones de libras, según el Sunday Times. Hace poco Ayda se quedó dormida viendo la tele y dejó encendidas unas velas de Jo Malone. “Yo estaba sentado, pensando en el dineral que costarían”.

Las velas le amargaron el día. “En lugar de ver la televisión, no podía dejar de mirarlas y sumaba mentalmente el dinero que se estaba quemando”. También reconoce que la sigue por la casa apagando las luces, porque así es como le han educado. “Hay cosas que se llevan dentro”.

Curiosamente, sin embargo, ante la pregunta de si tendrían niñera, soltó una carcajada. “Joder, claro. Voy a tener toda la ayuda que necesite. La cantidad de parejas que tienen niños y discuten porque no pueden dormir… Quiero una casa feliz porque así seremos todos felices, incluido el bebé, y lo podremos repetir”. Entre la promoción de su noveno álbum en solitario, Take the crown, y su línea de ropa Farrell, él y Ayda, con quien se casó en 2010, se van haciendo a la vida en Wiltshire.

 

Rehabilitación

Se conocieron a través de un amigo común en Los Ángeles en 2006 y el flechazo fue instantáneo. “No nos separamos durante dos semanas”, recuerda. “Y en una de ellas solo comimos pastelitos de chocolate todo el día: en el desayuno, la comida y la cena. Después me metí en rehabilitación”.

Todos sabemos lo de su rehabilitación y sus batallas, no solo con los sospechosos habituales de las drogas y el alcohol, sino también con la obesidad, el abuso de sustancias y un agujero oscuro y profundo de odio hacia sí mismo. Tuvo que matar muchos demonios, pero todo eso fue antes de conocer a Ayda. “Nuestra vida juntos es genial. Soy muy feliz”. A Ayda le gusta más que a él vivir en Inglaterra, porque Robbie no soporta el mal tiempo, aunque por ahora disfruta trabajando.

Ha llovido mucho desde su adolescencia. Esa que se pasó, según sus palabras, “literalmente desquiciado, en clubes nocturnos por todo el norte de Inglaterra”. Además, no es amante de ningún medio que le acerque al público: “Siempre hay alguien con una cámara. Yo todavía tengo un tic nervioso por el hecho de que me sigan las 24 horas del día. Eso trastorna a cualquiera”.

Su gran reto

Williams reconoce que ha tenido “mucha suerte en la vida”, pero el panorama de ser padre le ponía ante un auténtico reto. “Estoy teniendo muchos sentimientos encontrados. A veces pienso que es un milagro, mitad mío y mitad de ella, pero otras veces me enfado y la echo en cara haberse quedado embarazada y hacerme esto a mí. Pero es planeado. Lo queríamos”, asegura.

Por un momento aparece un destello alarmante del cantante popero caprichoso, que se recuesta, aturdido, como cualquier exchico malo ante la inminente paternidad. “Va a ser una gran lección de desinterés propio. Eso es lo que más me asusta porque he sido estrella del pop desde los 16. No he tenido que limpiarme el culo desde entonces y ahora, literalmente, voy a tener que limpiárselo a otra persona”.

¿Y no cree que eso le va a venir bien? “Tal vez. Ese es el tema”, contesta sonriendo, como si fuera la primera vez que lo ha pensado. “Pero alistarme en el ejército también me habría venido bien y no lo hice”.

Doble personalidad

Él y Ayda han pasado por años de terapia para aprender a solucionar sus conflictos antes de que estallen. Nunca discuten. “Ella sabe por qué actúo así y me perdona”. ¿Cómo lleva ella la dualidad del Robbie estrella del pop y el Robbie marido? “Soy como una máquina. La persona que sube a los escenarios es una aplicación de esa maquinaria. He tenido que hacerlo para sobrevivir delante de tanta gente”.

Un factor fundamental de Williams y de la fascinación que despierta y que le permite vender 1,6 millones de entradas en un día -como en su gira mundial de 2006- son las inseguridades que mantiene desde su infancia. De niño tenía una “facilidad natural para presumir” fomentada por sus padres, dueños de un pub. Pero le daba tanto miedo cantar mal que empezó a actuar. “Intentaba que no se fijasen en mi voz, sino en cómo me movía”, cuenta.

Pese a haber ganado 17 premios Brit y vender más discos en Gran Bretaña que cualquier otro solista, cada vez que tiene que actuar le invade un miedo que no le deja dormir. “Actúo delante de 70.000 personas, me entrego por completo, vuelvo al hotel y ya son las 12 del día siguiente… Sin drogas, totalmente sobrio, aún despierto. Y me toca repetir el mismo ritual a las ocho del día siguiente. Es para volverse loco. Es muy valiente por mi parte, considerando que soy un manojo de nervios”.

En su último trabajo se muestra maduro y optimista. Se siente combativo y lo explica de una manera muy sencilla: “No me queda más remedio. He ido a medio gas y no me ha salido bien”. Pese a los nervios, la gira de Take That en 2011 fue un éxito y, sin embargo, se queda en blanco cuando se le pregunta qué sacó de ello creativamente. “Unas risas, -contesta-. Hacer una gira triunfal con los amigos“. ¿Y aquella época salvaje fue divertida o deprimente? “Divertida y deprimente. El éxtasis era muy, muy divertido… y deprimente también“.

Ahora le gusta salir con Ayda, ver la tele y jugar en el ordenador. A Ayda le gusta ir al outlet Bicester Village, aunque a él le pone de los nervios. “Me he fijado en que a las mujeres les gusta ir de compras con cualquier nivel de presupuesto. Una vez se fue a Bicester y, al volver, me preguntó si sabía cuánto nos habíamos ahorrado. Dos mil libras. Este bolso -la imita con un bolso al hombro- solo costaba 500 libras. Te has ahorrado 1.500. Yo no se lo habría comprado de todos modos“.

Encierro voluntario

Solo sale de casa para ir al médico y al trabajo. Es como estar “en una jaula fantástica y no quiero salir. Me encanta ser un ermitaño“. La vida en el campo debe de darle cierta libertad. Una bruja que vivía allí le dijo que le había atraído a esta zona haciendo magia porque él la entendía. Estas cosas no le suenan raras, porque su madre era un poco así. “Tenía capacidades psíquicas. Decía que veía ángeles a los pies de la cama con unas alas tan grandes que tenían que agacharse para meterse dentro. Crecí con la idea de que existían los ángeles“. Recuerda que de niño “pasaban cosas extrañas todo el rato, por ejemplo, electrodomésticos que funcionaban desenchufados“.

De repente piensa en Ayda, de quien cree que va a ser una mamá estupenda. Y vuelve a enredarse con las aspiraciones que tiene para esa hija que nació el 18 de septiembre y a la que presentó a través de Twitter con una tierna fotografía sobre su pecho dos días después de escribir en su blog: “Alabada sea Theodora Rose Williams, conocida como Teddy. Nació a las 3:33 p.m del 18 de septiembre de 2012 pesando 3 kilos y 350 gramos…“.

Cuenta que está “contentísimo” y que ha sido “emocionante“. “Me quedé con Ayda todo el parto y estuvo increíble“, asegura.

Pienso en los ángeles gigantes, abarrotados alrededor de la cama de esa niña de apenas un mes de vida, y en su padre, decidido a disfrutar de la paternidad. Ojalá se deshaga de los demonios.